Vuelvo a sentir el miedo de ese momento solo en recordarlo para contarlo, la piel de gallina, un frio que recorre mi espalda desde el comienzo hasta su fin, seguido por un fuego interno de esos que atraviesan tu cuerpo cuando te tropezas frente a mucha gente o cuanto te mandas una de esas cagadas grandes.
Eran exactamente las 23:59 cuando mire la hora en el frente del estéreo de mi auto, venia por una autopista casi vacía, pero con la frecuencia de autos necesaria para no sentirte del todo solo. El velocímetro marcaba casi 120 km/h, no porque me guste respetar la máxima, sino porque el auto no daba más y venia escuchando Bob Marley. Después de ver pasar unos 5 o 6 cartelitos de los que marcan los kilómetros volví a mirar el reloj y esta vez marcaba las 0:00, creí que tal vez podía ser mi mala percepción, y no hice caso, pero luego de pasar otros 5 cartelitos el reloj seguía marcando las 0:00 o yo venía mucho más rápido de lo que mi velocímetro marcaba o se había detenido el reloj. Deje de ver autos que me pasaran y deje de pasar autos, de repente la autopista quedó vacía. Repetí la acción de mirar por los espejos, y al llegar al del lado del acompañante vi a un hombre sentado a mi lado. Del miedo me tire con el cuerpo contra mi puerta, con ese movimiento gire bruscamente el volante y él muy calmado como esperando que hiciera eso lo sostuvo con fuerza y mantuvo el curso del auto. Su aspecto era algo así como de una contextura estándar, morocho, no llegue a ver el color de sus ojos y su test no era ni pálida ni oscura, el punto medio, por decirlo de alguna manera.
Ninguno de los dos hablaba, y yo cada tanto de reojo miraba el reloj que seguía clavado en la misma hora. En ese momento descubrí que los carteles que yo veía pasar para guiarme de que había avanzado marcaban el mismo kilómetro de la autopista, era siempre el mismo, 66.
Eran exactamente las 23:59 cuando mire la hora en el frente del estéreo de mi auto, venia por una autopista casi vacía, pero con la frecuencia de autos necesaria para no sentirte del todo solo. El velocímetro marcaba casi 120 km/h, no porque me guste respetar la máxima, sino porque el auto no daba más y venia escuchando Bob Marley. Después de ver pasar unos 5 o 6 cartelitos de los que marcan los kilómetros volví a mirar el reloj y esta vez marcaba las 0:00, creí que tal vez podía ser mi mala percepción, y no hice caso, pero luego de pasar otros 5 cartelitos el reloj seguía marcando las 0:00 o yo venía mucho más rápido de lo que mi velocímetro marcaba o se había detenido el reloj. Deje de ver autos que me pasaran y deje de pasar autos, de repente la autopista quedó vacía. Repetí la acción de mirar por los espejos, y al llegar al del lado del acompañante vi a un hombre sentado a mi lado. Del miedo me tire con el cuerpo contra mi puerta, con ese movimiento gire bruscamente el volante y él muy calmado como esperando que hiciera eso lo sostuvo con fuerza y mantuvo el curso del auto. Su aspecto era algo así como de una contextura estándar, morocho, no llegue a ver el color de sus ojos y su test no era ni pálida ni oscura, el punto medio, por decirlo de alguna manera.
Ninguno de los dos hablaba, y yo cada tanto de reojo miraba el reloj que seguía clavado en la misma hora. En ese momento descubrí que los carteles que yo veía pasar para guiarme de que había avanzado marcaban el mismo kilómetro de la autopista, era siempre el mismo, 66.
Por fin dijo algo – Creo que ya sabes quien soy, asique no me voy a presentar.
Así comenzó una grata charla, con el o con ella, como mas les guste. Me conto que cuando alguien pasa por ese kilometro a esa hora el aparece no para lo que estas pensando, sino porque le gusta hablar con la gente. Ese es su único rato libre. Pero nunca había logrado hacerlo, todo al que él se le aparecía no dejaba de gritar ni de preguntarle porque a ellos? porque ahora? etc y el nunca podía hablar. En cambio yo nunca hable hasta que el pronuncio las primeras palabras que ya les cite.
Tuvimos casi 3 horas de charla, creo, de esas que no se olvidan y se recuerdan textuales. Oí cosas que aunque quisiera no podría reproducir, pero nunca se irán de mi mente. Seguíamos pasando el mismo cartelito, la hora seguía siendo la misma y mi combustible no se consumía. Pensé que mi familia podía preocuparse por mi demora. Inmediatamente y sin que yo manifieste mi pensamiento él me explico que estábamos algo así como detenidos en el tiempo y que no me preocupe que me dejaba continuar mi viaje.
Se despidió, me detuve en la banquina y el descendió. Al cerrar la puerta, fue extraño, pero volví al momento en el que miraba por el espejo del acompañante. Mire los carteles del kilometro de la autopista, el primero fue el 66, pero esta vez el siguiente no volvió a ser el mismo, sino el 67, mi reloj comenzó a correr nuevamente y ya no estaba solo en la autopista.
Es el día de hoy que no se si el relato del texto precedente me ocurrió o no. Pero no puedo negar que cada vez que agarro un camino, una ruta, una autopista, etc, y es de noche en algún momento del viaje siento la presencia de alguien a mi lado y no puedo evitar mirar el asiento del acompañante…
Así comenzó una grata charla, con el o con ella, como mas les guste. Me conto que cuando alguien pasa por ese kilometro a esa hora el aparece no para lo que estas pensando, sino porque le gusta hablar con la gente. Ese es su único rato libre. Pero nunca había logrado hacerlo, todo al que él se le aparecía no dejaba de gritar ni de preguntarle porque a ellos? porque ahora? etc y el nunca podía hablar. En cambio yo nunca hable hasta que el pronuncio las primeras palabras que ya les cite.
Tuvimos casi 3 horas de charla, creo, de esas que no se olvidan y se recuerdan textuales. Oí cosas que aunque quisiera no podría reproducir, pero nunca se irán de mi mente. Seguíamos pasando el mismo cartelito, la hora seguía siendo la misma y mi combustible no se consumía. Pensé que mi familia podía preocuparse por mi demora. Inmediatamente y sin que yo manifieste mi pensamiento él me explico que estábamos algo así como detenidos en el tiempo y que no me preocupe que me dejaba continuar mi viaje.
Se despidió, me detuve en la banquina y el descendió. Al cerrar la puerta, fue extraño, pero volví al momento en el que miraba por el espejo del acompañante. Mire los carteles del kilometro de la autopista, el primero fue el 66, pero esta vez el siguiente no volvió a ser el mismo, sino el 67, mi reloj comenzó a correr nuevamente y ya no estaba solo en la autopista.
Es el día de hoy que no se si el relato del texto precedente me ocurrió o no. Pero no puedo negar que cada vez que agarro un camino, una ruta, una autopista, etc, y es de noche en algún momento del viaje siento la presencia de alguien a mi lado y no puedo evitar mirar el asiento del acompañante…
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