Era de noche y caminaba solo por una playa desierta, otra vez como tantas se encontraba en un lugar en el que no quería estar. Destino lo llaman algunos, el lo llamaba estupidez.
Llevaba una mano en su bolsillo y en la otra una pequeña pipa muy rustica, sabe quien con que contenido en su interior.
Se sentó a la orilla del mar y mientras sus pantalones se humedecían contemplo la inmensidad de todo lo que lo rodeaba, principalmente el cielo. Se detuvo a observar todas y cada una de las estrellas hasta llegar a la luna. Mientras al cielo prestaba atención el mar le hablaba y el lo escuchaba con mucho detenimiento.De pronto el mar hizo silencio, su rostro era el que lentamente comenzó a humedecerse esta vez. El silencio del mar le había hecho entender que las cosas que no dijo cuando pudo hacer por guardar silencio, ya jamás las diría y sintió un dolor intenso e inmenso por ello...
miércoles, 4 de marzo de 2009
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